Sólo para que te quede claro, estaba dispuesto a negarme todo el tiempo. Pero como sé que estás pensando en mí ahora, puedo persuadirte a que lo hagas.
Entonces quiero que me llames enamorado, tierno, suave. También puedes decirme cariño, ángel. Mejor llámame deseo, papito, chongo, caballo, hipógrifo y delirante.
Llámame loco, fresco, tímido, discreto, atento y caballero. Llámame primero.
Por qué no pruebas con anunciarte? Llámame a gritos con calentura diciéndome sexy en egipcio.
Llámame amigo, común, elegido, regalo. Llámame para inventar caprichos. Llámame con nombres falsos; llámame: Ricardo, Segismundo y Petardo. Llámame para mostrarme cosas prohibidas. Llámame grosero, puerco.
Llámame señor.
Llámame como susurrando el estertor secreto de tu alma. Llámame dibujando con el hilo de baba un culo. Llámame para mostrarme cosas prohibidas. Llámame cobarde, pirata, atorrante y bucanero. Llámame gentuza. Llámame campeón, maricón y misógino.
Llámame su majestad y ríndeme pleitesía,
de la buena, la que da alegría.
Llámame dios, juez, autoridad y esclavista. Llámame diciéndome sin sentidos. Llámame miserable, patán, embustero. Llámame, dictador, formidable, fulano e impostor.
Y si crees pertinente; Llámame macho, llámame peleador.
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